VIOLÁCEA
Y BLANCA
Hugo
Guardaviento
Pesco
humanos con mis guitarras violáceas.
Pesco
mujeres con pechos esculturales
(pechos
de ellas, por supuesto).
Pesco
resfríos estúpidos buscando mi otra costilla;
en
las clínicas, en los muelles, en las “chiperas”,
en
las sonrisas, en las canciones brasileras,
en
mí.
Encuentro
al borde del río una mujer con una cítara blanca.
Chicharras
azules ya volaron.
¿Qué
hace ella aquí desnuda, haciendo música para nadie?
Pesco
melodías como perfumes femeninos,
mujeres
que
ahora se colocan de cuclillas
mientras
me alejo
(
mentalmente).
Penetro
una vez más a ese interior in-explorable en una mujer.
Aún
no comprendo ese dúo de guitarra violácea
y
cítara blanca que plantea.
Saco
mi guitarra y miro un pájaro solo, muy solo
y
pienso:
su
soledad no le espanta porque sabe
que tiene un vuelo hacia “lo” amado,
rumbo
a su amada.
Entonces
trato de tocar a esa mujer
y
siento que todo se ha esfumado.
La
mujer ya no existe.
El
despertador ha sonado a la hora exacta.
Sábado 19 de abril de 2008
Comentarios
Publicar un comentario