PREFIERO MANTENER LOS SECRETOS ENCERRADOS EN ESTA LUZ
Hugo Guardaviento
                                                                                      
Las calaveras no consiguen encarnarse con abracadabras
ni con reuniones periódicas entre brujos y brujas.
Ellas son el símbolo del tiempo ya transcurrido,
de las oportunidades desperdiciadas en su momento.

Abro un cuaderno y se multiplican hojas del pasado
que gimen pidiendo ser presente.
El tiempo las lastima letra por letra.
El tiempo no podrá redimir ya las oscuridades que, a menudo,
nos muestran nuestras sombras.

La hoja muerta,
la palabra que no pudo decirse,
la canción que no fue cantada en su momento,
la mujer bella que pasó y no atinamos a amar,
el soldado que huyó,
el beso tierno que, caminó a otra mejilla,
se transformó en blasfemia;
son partes de una misma calavera que acecha al hombre.

Abro mis orejas y escucho
voces mías que me reclaman las cosas que no hice,
los momentos felices que perdí,
los lugares de mi cuerpo no cicatrizados.

Cierro mis ojos, que cada vez ven menos,
y sólo escucho de memoria
recitar la  Biblia a un pastor
que nunca tendrá manos para extender
a esos seres desesperados
que se le acercan con sus diezmos
coronados de sufrimientos.

Cierro mis ojos y escapo a otros mundos
donde las calaveras no tengan lugar
para resucitar
y seguir actuando detrás de cada acto,
de personajes, actores religiosos y políticos.

Abro todo y digo:
¿y quién seré yo para atreverme a tirar estas piedras que tiro?
¿Hacia dónde apunto? Hacia el blanco – dicen unos  -.
Hacia todo lo negro – predica otro -.
Prefiero mantener los secretos encerrados en esta Luz.

Viernes 11 de abril de 2008






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