ESCUCHABA VOCES SIEMPRE
Hugo Guardaviento
Creo
haber oído, antes de dormir, una voz que me decía “¡ cuidado con esa mujer “,
algo así, o cuidado con algo. No recuerdo bien. Esas cosas suelen sucederme
minutos antes de dormir y no acostumbro a prestarles atención. Mejor dicho,
debería levantarme y escribir la frase, con lo cual perdería el sueño. El día
de ayer me tributó cosas, hechos, que me hacen pensar que tienen relación con
esos hechos. Es más, es así como escribo cada una de mis cosas. Es como si
alguien de repente me dictara todo. En ese caso, despierto, consciente, no
escucho voces, sino que mi mente funciona a la par de mis dedos componiendo
pensamientos que se ven realizados generalmente en poesía.
Lo propio
me ocurre cuando compongo música. Es como ya supiera el tema. Lo toco con la naturalidad de quien
toca una vieja canción archiconocida mientras lo grabo, y así, surge una nueva
composición musical.
En ambos
casos, la escritura y la música, muy poco tengo que retocar luego para que
queden las versiones quasi-definitivas.
Pero el
tema del principio no era ése. Es la relación que tienen esos episodios de oír
voces cuyos timbres no distingo, antes de dormir. No estoy escribiendo ficción
esta vez. Es tan real como que estoy escribiendo en la
PC. En otros términos, digamos que le pasa
a Hugo, a Hugo Hernán González.
También
suelo olvidarme de cada uno de mis sueños al día siguiente. En el momento, casi
siempre me despierto y puedo repetirlos mentalmente. Pero al despertarme, nada.
Es
curioso aun cuando sea frecuente por mi timidez comenzar, que se entienda
bien, comenzar las relaciones humanas, con el otro, que ayer se haya
sentado una mujer que sólo antes de bajarme percibí que era bella, no antes, y
que, además era piola como persona. Decía, es curioso, también, que se me haya
pasado constantemente por la mente el deseo de conversar algo con ella y para
variar, no lo supe cómo hacer. Pero bastó una palabra de un viejito que iba
parado a nuestro lado, para que ella se sacara su gafas y conversara con él,
con un entusiasmo y humanidad que me gratificó más que su belleza física. Su
concentración en cada palabra expresada por el hombre, su sonrisa natural y no
fingida, el gesto de descubrir su rostro, semejante al gesto de agradecerme que
me haya corrido para que se siente cómodamente sin que le molestara mi
portafolios; en fin, todo ello hizo que sintiera un poco de desazón por mi
falta de saber la oportunidad que en silencio muchos seres humanos nos brindan
para aprender a convivir de una forma más natural y no con esas trabas
socialmente impuestas y aceptadas por los individuos como yo, de no ofrecerse
en diálogo con el extraño que está cerca de nosotros en ese momento.
A veces
me ha ocurrido que lo he intentado y me han mirado, sobre todo, del sexo
opuesto, cómo diciéndome “qué querrá este tipo dirigiéndome la palabra”. En
esos casos me han respondido como por obligación, secamente y he procedido a
quedarme calladol.
La
cuestión que me queda en limpio es que el “viejito” me dio una lección de
simplemente hacer lo que uno tiene
necesidad de hacer. INICIAR. Luego, tomar decisiones si seguir o no, de acuerdo
con la respuesta del potencial interlocutor. En este caso, me bajé fascinado
con el bello ser físico mujer y no sólo físico que me perdí de conocer.
jueves 24
de abril de 2008
Comentarios
Publicar un comentario